El valor de la psicología positiva en la regulación de la salud emocional: Algunas propuestas

Lejos de representar una corriente filosófica, a la que se atribuye la capacidad de modificar las situaciones del entorno, sólo con el enfoque y la expresión de frases de cariz optimista, la Psicología Positiva es entendida como una disciplina que aborda, con bases científicas, sistemáticas y rigurosas, aquellos procesos biológicos, emocionales, cognitivos y/o conductuales abocados al bienestar y desarrollo humano.

Ese desarrollo no se centra únicamente en el individuo, sino que incluye elementos relevantes como son los elementos sociales, culturales y políticos que también impactan en la psicología de la persona.

No obstante, la verdadera base de la Psicología Positiva (Selligman M. Csikszentmihalyi, 2000) apunta al abordaje de las competencias y fortalezas del ser humano, para potenciarlas y así construir un modelo de salud como una unidad bio psico social y no sólo como la ausencia de enfermedad.

Un punto muy importante no exento de controversia, aclara que la perspectiva de la psicología positiva no niega los conflictos, los aspectos negativos del ser humano ni el sufrimiento.

Lo que busca, es reconocer y potenciar fortalezas de forma individual y colectiva, y analizar dentro de esos procesos, elementos de cambio que generen un impacto positivo y de crecimiento. En definitiva, se centra el desarrollo de intervenciones psicológicas destinadas a promover el bienestar (y por lo tanto la salud) en todos los ámbitos.

Pero: ¿qué es el bienestar?, ¿es acaso la ausencia de conflictos y enfermedades?, ¿es experimentar placer y sentir satisfacción en todo lo que hacemos, sin que existan emociones negativas?, ¿pueden educarse las emociones positivas?

¿Cómo podemos como promotores de salud reforzar la idea de bienestar en nuestros pacientes, y en un ejercicio de coherencia: en nosotros mismos?

Aunque el bienestar es un concepto complejo y multifactorial, sí podemos decir en respuesta a esas cuestiones, que considerar el bienestar como la ausencia de emociones negativas, y conflictos es una visión excesivamente simple y reduccionista.

Las emociones negativas tienen un obvio valor adaptativo, y aunque incómodas, representan información y la oportunidad de buscar soluciones eficientes a los problemas a los que se ha venido enfrentando el hombre desde sus orígenes.

Por citar algunos ejemplos:

Miedo: induce a buscar protección y a la supervivencia

Rabia/ira: nos induce a actuar, a movernos y defendernos, expresando un conflicto con alguno de nuestros valores.

Asco: traduce rechazo.

Las emociones positivas por su parte, inducen al ser humano a modos de comportamiento que ayudan a construir un conjunto de recursos (físicos, intelectuales y sociales), que puede aprovechar para afrontar dificultades venideras eligiendo opciones más creativas. Por lo tanto, tienen un enorme valor por las posibilidades de adaptación y de desarrollo que proporcionan, tanto para el bienestar subjetivo como la prevención y afrontamiento de problemas (B Fredrickson), lo que, a su vez, vuelve a generar emociones positivas; de tal manera, podemos decir que las emociones positivas sí pueden educarse.

El bienestar surge del flujo bidireccional entre la apreciación subjetiva de las emociones (positivas y negativas) junto a nuestro juicio de satisfacción, y la presencia de necesidades o cualidades esenciales para el desarrollo de una persona (Ryan y Deci 2001)

Esas cualidades o necesidades esenciales están representadas por: el control ambiental (entendido como la capacidad de crearse o elegir contextos), relaciones positivas con los otros, crecimiento personal, autoaceptación, autonomía, propósito en la vida. (Riff y Singer 1998).

Para contribuir como promotores de la salud en el bienestar de nuestros pacientes, (y en el propio), necesitamos reconocer y fomentar el desarrollo de las fortalezas humanas.

Conceptualmente son esas cualidades innatas y adquiridas que definen las virtudes y la capacidad de los individuos de afrontar situaciones, desarrollarse y experimentar el aumento de la satisfacción con la vida y las creencias positivas sobre uno mismo (Mc Tiernan et al. 2020).

Algunas de ellas como amor, gratitud, esperanza, y la curiosidad están asociadas a una mayor satisfacción vital, mayor emocionalidad positiva y mayor bienestar psicológico, e incluso otras como el coraje y la perseverancia actúan como amortiguadoras y barreras para algunos trastornos (Park, Peterson y Seligman 2004).

Así que instruir a nuestros pacientes y favorecer instancias de experimentar la gratitud, la esperanza la perseverancia entre otras, puede ejercer un impacto positivo que les ayude a responsabilizarse también de su bienestar, sin dejarlo relegado únicamente a factores externos.

Finalmente es importante destacar que las emociones, positivas y negativas, guían el proceso atencional. Por ejemplo, se ha observado que cuando las personas están en un estado emocional negativo atienden preferentemente a información negativa mientras que, cuando las personas están en un estado emocional positivo atienden preferentemente a información positiva.

La importancia de esto radica en que, a su vez los sesgos atencionales favorecen procesos de regulación emocional. De manera atender a información positiva (p.ej., caras felices) en el curso de un estado emocional negativo permite una recuperación más rápida de este último. (Blanco y Vázquez 2020).

No podría finalizarse escrito sin mencionar que no se trata de incrementar a cualquier precio la emocionalidad positiva ni las fortalezas, de hecho, ello tendría un efecto paradójico en el que se potencia el aumento de la impulsividad, algunas conductas de riesgo y procesos de manía.

De lo que se trata es de ser conscientes que el sentido común y la flexibilidad son factores relevantes para prevenir las creencias desadaptativas (“para ser tener una vida significativa tengo que ser feliz la mayor parte del tiempo,”, “las personas no pueden ser felices si se les diagnostica una enfermedad” …) y la necesidad exacerbada de la búsqueda de la felicidad, que condicionaría un efecto contrario y perjudicial para todos. (Lyubormisky,2014).

 

En resumen:

  • No es lo mismo Psicología Positiva que “positivismo”.
  • La Psicología positiva apunta al abordaje de las fortalezas y elementos de bienestar y no
    tanto de la patología, aunque no la niega.
  • Todas las emociones son necesarias y útiles, tanto las negativas por su carácter protector y
    adaptativo; y las positivas porque favorecen la toma de decisiones, potencian las fortalezas
    y aumentan la resiliencia a situaciones adversas o estresantes.
  • La percepción que tenemos de las situaciones y el mundo obedecen a los pensamientos
    asociados a experiencias previas y nuestra propia vivencia de ellas.
  • La presencia de emociones, creencias y pensamientos determina un sesgo atencional en el
    mismo cariz y eso influye en la forma en la que se afrontan las situaciones.

 

Dra. Stella Maris Méndez Iglesias.
GdT Salud Basada en las Emociones

 

Bibliografía


 

-Avia, M. D., & Vázquez, C. (2013). Optimismo inteligente. Madrid: Alianza Editorial.
-Blanco, I., & Vazquez, C. (2020). Integrative well-being leads our attentional system: An eye-tracking study.
Journal of Happiness Studies, 1-15.
-Carmelo Vázquez La psicología positiva y sus enemigos: una réplica en base a la evidencia científica Papeles
del Psicólogo, 2013. Vol. 34(2), pp. 91-115 http://www.papelesdelpsicologo.es
-Csikszentmihalyi, M. y Csikszentmihalyi, I. S. (1988).Optimal experiences. Psychological studies of flow in
consciousness. New York: Cambridge University Press
-Peterson, C., Seligman, M.E.P. and Vaillant, G. (1988).Pessimistic explanatory style as a risk factor for physical
illness: A thirty-five year longitudinal study. Journal of Personality and Social Psychology, 55, 23-27.
-Vera Poseck B Psicología positiva:una nueva forma de entender la psicología positive psychology: a new way
of understanding psychology Papeles del Psicólogo, 2006. Vol. 27(1), pp. 3-8 http://www.cop.es/papeles

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